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El
padre de Domingo no tenía un trabajo fijo, de manera que la tarea de mantener
la familia recaía sobre doña Paula que instaló un telar en el patio de la casa.
Sus clientes eran sus vecinos, y los conventos de San Juan que le encargaban
las sotanas para sus frailes. Cuando Domingo terminó la escuela, Doña Paula
quiso que estudie para sacerdote en Córdoba, pero el muchacho se negó.